Dios aprieta pero nunca ahoga.

Han sido días raros, locos, tristes. Vuelvo con las cicatrices en carne viva luchando contra el escozor del agua salada. Pero he vuelto. 

Y aunque mis heridas estén a medio cerrar y mi corazón protegido bajo siete llaves, la vida sigue como siempre lo hago yo. 

Ya no puedo caer más bajo.
Ya no me puedo querer menos.
Ya no sufro por ti... ni por ti. 

¿Qué puedo hacer ahora?

No voy a dedicar mi vida entera a deshojar margaritas. Mi amor idílico y soñado, así como irreal me ha mantenido en una nube de cemento desde pequeña, haciéndome creer que mi cuento de hadas estaba ahí fuera. Es hora de crecer y de estar sola.

Escalando poco a poco.
Queriéndome cada vez más.
Sonriendo a la vida.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Una vez más.

Van cuatro años.