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Mostrando entradas de enero, 2013

Carta a la desesperación

No son pocas las ganas que tengo de mandarlo todo a la mierda e irme de aquí. Porque ha vuelto a pasar. He huido mucho tiempo pero al final me encontró y me está absorbiendo a pasos agigantados. No son días pasajeros que algún día pasarán. Ha empezado y no tiene pinta de terminar. ¿Razones? Tengo muchas, o ninguna. A mí me han bastado para hundirme de nuevo en esto que tan bien conozco. Pero te las cuento por si andas algo perdido… He encontrado a alguien que es capaz de destruirme casi tanto como aquel que lo hizo en su momento. Es adictivo y venenoso. Debería alejarme de él pero me ha encontrado con las defensas bajo mínimos y no quiere soltarme. Cada palabra suya es un tranquilizante y una píldora de cianuro. No le quiero, esto no es amor. Estoy obsesionada. Y él aprovecha esto para tener control sobre mí. Todo el control. Hoy mismo me ha dicho cosas que han provocado que vuelva a arañarme los brazos.  Y si fuera lista le mandaría a paseo, que volviera por donde ha venido.

Dispara.

Por primera vez estoy segura de lo que sientes. De lo que verdaderamente sientes por él. Y te sientes tan bien que nada ni nadie puede estropear este momento. En el que un beso sella vuestras íntimas confesiones en un raído sofá a las tres de la madrugada. Un “Te quiero” que sabe mejor que ningún otro, un cosquilleo que siempre ha estado ahí y que ahora dejas volar. Por primera vez tienes miedo. Más miedo aún. Esto es muy fuerte, piensas. Sus ojos te atraviesan con su azul inmenso mientras las palabras se asientan en vuestras manos, que acarician lentamente el ambiente que habéis creado entre los dos. No existe nada más, ni frío, ni hambre, ni sueño. Tan solo vosotros, nada más.