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No levanto cabeza.

Esquivar la tormenta o quedarse esperando y mirar.
Confieso que a veces me encuentro buscando aquello que no encuentro. Un haz de luz que me atraviese el alma y me haga gritar que por fin estoy viva. Pero ni las nubes ni la lluvia reaparecen y echo de menos los días grises. Días grises en los que me hallaba sonriendo como yo misma y no como mi sombra.  Confieso que en este preciso instante no me reconozco. Con el alma de piedra y el corazón en un puño ansío nuevas respuestas. Respuestas que no voy a encontrar en el fondo de este mar en calma... cuando yo he sido huracán y tempestad en pleno vuelo. Y ahora me ahogo en la bañera de mis propios deseos. Quién lo diría. Confieso que no extraño a nadie y les extraño a todos. Que me extraño a mi y a lo que era con ellos.  Al fin y al cabo sólo soy un ser humano encarcelado en esta piel.

No cambiaría nada.

Ni las yemas de sus dedos recorriendo mi espalda desnuda.  Ni sus besos que son los míos amando cada poro de mi piel. Ni la sinceridad de cada te quiero que pronuncian sus labios. Ni sus letras hablando del amor imposible que al fin conseguimos. Ni su forma de llevarme a las nubes cuando mi vida se torna gris. Ni sus cenas improvisadas con forma del corazón que pone en ellas. Ni sus formas de hacerme el amor que son imposibles de describir. No cambiaría nada. Ni estos 18 meses contigo ni los malos caminos que me llevaron hacia ti. Porque tú lo has cambiado todo y lo has puesto patas arriba y porque me quedo sin palabras cuando se trata de hablar del amor y de ti. No puedo describirlo, ni quiero. Sólo quiero sentirlo. Y sólo contigo.

Tu cama, mi calma.

He encontrado las razones que mi corazón entiende. Los ojos en los que me reflejo y en los que me pierdo para saber volver. Y no necesito más que una sonrisa tuya y tu mano acariciando la mía para saber que todo irá bien.  Así como bien dice mi adorado Marwan, Una mujer. Un hombre. Dos mitades de un mismo orgasmo y una cama masacrada, y una sábana que pierde la calma que pide un bis, que gustosos, tras recuperar el aliento, le volveremos a conceder.

El caso del padre sin nombre.

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Hoy te dedico estas palabras para que sepas que no te olvido. Quizás el amor que te proceso no sea el más adecuado para lo que te mereces. Pero si algo me dice que eres mi padre, soy incapaz de odiarte.  Por eso hoy me refiero a ti como papá. Para decirte que te he vencido. Pese a todo he conseguido lograr la estabilidad que con tanta fuerza has intentado arrebatarme. Soy feliz papá. Y no es gracias a ti. Dale las gracias a la mujer que me parió y a la que le destrozaste el alma. Dale las gracias porque logró sacar fuerzas para desvivirse por mi. Por el "fruto de vuestro amor".  Y a qué viene esto, te podrías llegar a preguntar. Por qué ahora.  Quizás porque he decidido pasar página y quemar el libro. Un libro en el que tu sombra estaba presente en cada párrafo. Casi 25 años de historia que no mereces llamar tuya.  Quizás porque esta será la última vez que brinde por todas las veces que me dejaste sola.  Por todas las veces que me usaste para odiar a mamá

Sin título.

Estoy pasando una etapa. De esas etapas raras en las que todo te parece insuficiente pero no te quedan más narices que cerrar los ojos y seguir adelante. Y ya no es un problema "profesionalmente" hablando. Es todo lo que me rodea. La falta de pasión, de chispa... escasez de ilusión.  Ya sé lo que dicen. Si algo no te gusta de tu vida, cámbialo. Pero si no me gusta mi vida, mi vida entera con todos sus elementos. Si nada me llena y ni mis más profundos sueños me invitan a avanzar. Surgen todas las dudas y la pregunta sin respuesta. Qué hago . Qué hago cuando ni los puntos de inflexión ni pasar página ayudan para encontrar algo de felicidad en cada paso. Y no me encuentro ni queriendo. Y cada mañana es más difícil despegar el cuerpo de las sábanas.  Y me hundo estrepitosa e irremediablemente.  Qué hago .

La historia de mi vida.

"Me gustas así pero con un poquito menos de todo".
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Si anhelas el sabor de mi risa, búscala donde siempre la encuentras. Si no recuerdas el color de mis hoyuelos, búscalo en el escondite de mi felicidad. Si extrañas el tacto de mi piel al morir de amor, búscalo en mis sábanas alborotadas por el amanecer. Si me pierdo y no soy capaz de encontrarme, sólo búscame. Búscame más allá de donde puedas y quieras. Más allá de los horizontes de tu mirada. 

Quizás ella, quizás él, quizás yo.

Si todas las noches de enero hubiesen sido igual de frías que aquella nunca se habría decidido a hacerlo. Y es que un papel en blanco y el corazón en un puño no presagian nada bueno cuando se trata de entrar en calor intentando encontrar las palabras adecuadas. Ella, quizás yo, quizás no queríamos contar esta historia. Pero la vida da tantas vueltas que a veces, sólo a veces, te deja perdida sin rumbo y divago como en este instante.  Quizás ella, quizás yo, no queremos contar esta historia. Ella no quiere salir, yo tengo que huir y mi única llave es un folio en blanco que ellos me ofrecen día tras día. Escribir qué es lo que le hace gritar por las noches y me desvela. El porqué de mis ojeras y de sus ataques de ira.  Y yo no recuerdo nada. Ella me impide recordar. Y detalles. Y piden detalles. Y lo único que hago es sacar fotos mentales de mis cicatrices que ella tanto ama. Así las horas permanecen iguales.  Pero esa noche algo cambia. Ella duerme y yo espero par