Quizás ella, quizás él, quizás yo.

Si todas las noches de enero hubiesen sido igual de frías que aquella nunca se habría decidido a hacerlo. Y es que un papel en blanco y el corazón en un puño no presagian nada bueno cuando se trata de entrar en calor intentando encontrar las palabras adecuadas. Ella, quizás yo, quizás no queríamos contar esta historia. Pero la vida da tantas vueltas que a veces, sólo a veces, te deja perdida sin rumbo y divago como en este instante. 

Quizás ella, quizás yo, no queremos contar esta historia. Ella no quiere salir, yo tengo que huir y mi única llave es un folio en blanco que ellos me ofrecen día tras día. Escribir qué es lo que le hace gritar por las noches y me desvela. El porqué de mis ojeras y de sus ataques de ira. 

Y yo no recuerdo nada. Ella me impide recordar.

Y detalles. Y piden detalles.

Y lo único que hago es sacar fotos mentales de mis cicatrices que ella tanto ama. Así las horas permanecen iguales. 

Pero esa noche algo cambia. Ella duerme y yo espero para saltar al campo de minas de mi memoria. En silencio esquivo y consigo llegar. Yo gano esta vez. Lápiz y folio, escribo.

Desnuda y rota, tal y como a él le gustaba.


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