Carta a la desesperación
No son pocas las ganas que tengo de mandarlo todo
a la mierda e irme de aquí. Porque ha vuelto a pasar. He huido mucho tiempo
pero al final me encontró y me está absorbiendo a pasos agigantados. No son
días pasajeros que algún día pasarán. Ha empezado y no tiene pinta de terminar.
¿Razones? Tengo muchas, o ninguna. A mí me han
bastado para hundirme de nuevo en esto que tan bien conozco. Pero te las cuento
por si andas algo perdido…
He encontrado a alguien que es capaz de destruirme
casi tanto como aquel que lo hizo en su momento. Es adictivo y venenoso.
Debería alejarme de él pero me ha encontrado con las defensas bajo mínimos y no
quiere soltarme. Cada palabra suya es un tranquilizante y una píldora de
cianuro. No le quiero, esto no es amor. Estoy obsesionada. Y él aprovecha esto
para tener control sobre mí. Todo el control. Hoy mismo me ha dicho cosas que
han provocado que vuelva a arañarme los brazos.
Y si fuera lista le mandaría a paseo, que volviera por donde ha venido.
Pero está demostrado que mi inteligencia deja mucho que desear en estas cosas.
Dentro de mí está él. A él si le quiero hace mucho
tiempo. Llegó a mi vida en dos ocasiones, y para mí fue como un flechazo, algo
insólito. Estoy completamente enamorada, hasta decir basta. Y qué hay de malo
en esto. No tengo paciencia o tengo demasiada. A cada paso que avanzo hacia él,
retrocede treinta pasos más. Ya no estoy segura de nada: de si él me quiere o
de si me estoy engañando. Y esto me desespera y me duele. Y lo que duele
durante mucho tiempo termina haciendo mella.
Por esto y por más causas ha vuelto la oscuridad.
Tremenda y fuerte está tapando todo lo bonito que logré construir. Y va muy
deprisa.
Sí hay salvación posible, házmelo saber.
Atentamente, Sandra.
Comentarios
Publicar un comentario