Van cuatro años.


Ya hace cuatro años. Parece mentira la manera en la que pasa el tiempo.
Ya hace cuatro años que perdí a la persona más importante de mi vida. Mi abuelo, mi padre, mi mejor amigo, mi confesor, mi psicólogo, mi maestro, el mejor hombre que he tenido la suerte de conocer. Todavía no he superado su pérdida. Le he plantado cara y siempre termino huyendo inundada en un mar de lágrimas. Sí, ha pasado tiempo. Pero no el suficiente.

Yo creo que he aprendido a convivir con el dolor que provoca echarle de menos así. Por eso, y ya por tradición, quería dedicarle unas palabras. Unas cuantas más.

Abuelo, te quiero. Te echo de menos de una forma insana. Pero qué quieres que haga. Tú sabes que soy así. Tremendista y llorona como pocas. Sé que me proteges, desde donde sea que estés, cuidas de mí. Y ahora me he dado cuenta de eso, de que no estoy sola. Nunca lo he estado.

 Porque tú estás ahí, aún sin estar.

Y gracias a eso, sigo adelante. Porque tú me has dado las fuerzas para hacerlo.

Por ti.

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Una vez más.