Dulces sueños.
Los
seres como yo no podemos establecer contacto con ningún humano, lo tenemos prohibido. Sólo debemos
asustar, dar rienda suelta a sus más terribles miedos. Por eso tenemos este
aspecto, desgarrado. Yo no soy una excepción. Podría parecer un humano hecho
pedazos. Soy bastante alto para lo que suele ser normal entre los míos. Tengo
una cabeza enorme. Apenas conservo algo de mi pelo negro. Dos ojos, uno
demasiado abierto y otro demasiado cerrado. Me falta la nariz y por mi boca
torcida asoman varios dientes desproporcionadamente grandes. Sólo tengo un
brazo, el derecho; el izquierdo es una estructura de alambre. Pero mis piernas…
podría considerarlas lo mejor que tengo. Al menos son útiles cuando hay que
salir corriendo.
Por
esto, aunque deseáramos romper las normas y querer tener algo que ver con algún
humano, con nuestro humano, ellos no querrían. Somos terror en sus ojos. Nunca
nos amarán, ni nos tocarán, ni nos acariciarán… y lo que es más evidente, nunca nos besarán.
Yo
tenía todo esto claro, hasta que sucedió algo imposible.
Tenía
16 años humanos cuando le conocí. Fueron sus turbios sueños los que me llevaron
hasta ella. Recuerdo su carita asustada cuando la vi por primera vez, encerrada
en las sombras de aquella noche oscura. Dormía bocabajo y una cascada de rizos
negros le caían por encima de su boca. Tenía la mano derecha debajo de la almohada y
la izquierda, cerrada en un puño, delante de la nariz. Parecía tan dulce que
quise acariciarla. Por primera vez tuve miedo.
Miedo
de que despertara.
Miedo
de que me viera.
Miedo
de aterrorizarla.
…miedo
de que me odiara.
Pero
era estúpido pensar algo así. ¿Cómo podría querer al monstruo que se esconde
debajo de su cama?
ME ENCANTA. ME ENCANTA. ME ENCANTA.
ResponderEliminarDime que lo has escrito tú y me tienes a tus pies.
Es enteramente mío :D
Eliminar